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Las sombras de los pescadores

 

El río ha bajado como diez metros y el agua ya no sirve ni para lavarse, en la orilla los moncholos y las tarariras se mueren de muerte, la herrumbre de los fierros brota como plaga y lo que una vez fue todo mar como dijo el ingeniero es ahora un hilo de vomito que obliga al pueblo a abandonar el alma. Los humanos comenzaron a irse como cuises por la noche sin la menor explicación, eso fue sólo al principio. Ahora no es como al principio, ahora parecen gaviotas rapaces ya ni se aguanta el hedor a carroña, con qué necesidad. Por la mañana temprano me adentro en el río, echo las redes y nada, llevo a mi niñita para que me acompañe porque cuando ella canta el cauce le contesta pero ahora ella canta bien temprano por la mañana y nada. Hubo un tiempo en que el río escuchaba sus pasos y los peces salían a recibirla, de lejos se veían los piecitos de mi Lourdes, los dorados brotaban de sus huellas y todos felices, por la tardecita también salgo con mi canoa en una de esas tengo suerte y se regresan a nuestra orilla, pero no sé qué pasó un día porque asimismo se fue marchando cada vez más lejos, cada vez más marrón, cada vez más difunto, además las redes me gastan las manos, el agua devora las redes, los ruidos se comen el agua, las luces se llevan los ruidos y el horizonte se traga las luces, los ruidos, el agua, las redes y mis manos. Entonces el río que se sigue yendo como ofendido y yo que le digo a mi niñita cántele un poco más fuerte que capaz se ha quedado sordo por culpa de esos animales intrusos que rugen de día y de noche debe ser por eso, pero mi compadre también se fue ya y antes de irse me dijo que tengas cuidado Francisco porque todos creen que la Lourdes tiene la culpa, que está condenada y la maldición se le fue al río, por eso tengo miedo pero yo no me voy a ir compadre porque cuando a la Lourdes le nacían los surubíes bajo las patas todos estaban así de contentos y ahora que el río no la escucha yo no me pienso ir así porque sí. Un día fue que estaban enfurecidos más que nada por lo del frigorífico que nomás se cerraba y los hijos de los que siempre vivieron de las aguas hacía rato decían que iban a tener una vida diferente, nada de pasársela mojados nunca más ni para ellos ni para sus hijos, entonces se fueron al frigorífico y mientras duró todo bien, pero vino el día malo y los veranos malos y los muchos otros otoños malos y no hubo más nada que hacer que volver al origen y para mí que es ese el enojo que tiene, debe estar pensando cuando me necesitan vienen pero ya no son mis hijos, son manos extrañas para mí que es eso. Ahora yo también escucho las voces que dicen que es mi Lourdes la que le echó las pestes y ella también las debe haber escuchado porque me ha dicho la otra noche que si yo me vuelvo al río capaz que se le pase el enojo y si voy hasta el fondito mismo y le canto fuerte me escucharía, quien le dice está sordo de veras por todos esos ruidos que usted habla para mí que es eso. Porque si no fuera así, no estaríamos ahora juntando las redes llenas.




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