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El Impacto de los Paradigmas en la Subjetividad

 

 

“La palabra hace estragos  cuando

encuentra un nombre para lo que, hasta entonces,

ha vivido innominado”

Jean-Paul Sartre

 

 

Nos parece importante aclarar, antes de comenzar este trabajo, los alcances de la idea de Paradigma, la fuerza de este concepto y el valor de vértice ejemplar que ejerce sobre las constelaciones del universo científico, las costumbres, el posicionamiento de las instituciones y el accionar de los sujetos. El Paradigma es un conglomerado de ideas que se instaura como ejemplo, como modelo, en torno al cual giran y se dinamizan una serie de aspectos que tienen que ver tanto con acciones como con los encuadres que las justifican. Es así que, si pretendemos realizar un análisis referido a cuestiones que contemplen a los sujetos como componentes de una situación, debemos depositar nuestra mirada en los Paradigmas puestos en juego en ese terreno.

 

De este modo observamos que Paradigma e Historia se encuentran indisolublemente unidos, siendo así posible advertir la presencia de uno a través de los hechos acaecidos en la otra. De la misma manera que Voz y Eco pueden ser asociados, Paradigma e Historia caminan de la mano cobrando vida el primero, en  todos los espacios  posibles que brinda la segunda. Así los alcances de los Paradigmas adquieren la consistencia de fuerza gravitatoria que conduce  hacia su centro las actividades del acontecer humano. Tal como el sistema solar  que nos muestra planetas ubicados más cerca del sol que otros y  - por consiguiente - con una influencia sobre su órbita mayor que los más alejados,  los Paradigmas tiñen los aspectos del acontecer humano en diferente grado. Lo que sí es un hecho, es que dentro del ámbito de las ciencias humanas, dejan una marca indeleble tanto en lo social como en lo subjetivo.         

 

Luego de haber realizado esta pequeña introducción que delimita el ámbito en el que nos desenvolveremos, comenzamos la tarea sugerida en este apartado. Hoy hemos intentado realizar una aproximación a la lectura de la crisis de nuestro país, la marca que deja en la infancia, los factores que la alimentan y reproducen y el ingreso de la Convención Internacional de los Derechos del Niño al concierto de la reflexión.

 

Ahora, consideramos importante seguir avanzando – que para nosotros también significa seguir profundizando – sobre los dispositivos que se ponen en funcionamiento a partir de estos Paradigmas  para desplegarse ya no en las partes constitutivas de lo social, sino sobre el interior mismo de los sujetos que lo componen y  en los impactos que – tanto el Paradigma de la Situación Irregular como el Paradigma de la Protección Integral – se hacen presentes en los sujetos en estado de infancia/adolescencia y en los adultos.

 

En  este punto de los impactos debemos realizar un señalamiento: la huella dejada por el Paradigma de la Situación Irregular es, al día de hoy, totalmente visible al observador, habida cuenta de su influencia durante tanto tiempo a lo largo de la historia de la humanidad y de nuestro país en consecuencia (1). En cambio, el Paradigma de la Protección Integral – que cobró cuerpo a partir de la puesta en palabras y que encontró como soporte a la  Convención Internacional de los Derechos del Niño – se encuentra en esta etapa, en los países en que se ha logrado su implementación, echando sus raíces. 

Esta acotación, impregna el desarrollo de este estudio, ya que los procesos de influencia entre lo social y lo subjetivo, merecen mucho tiempo para permitir la emergencia de una visualización y una manifestación en el cotidiano.

 

Es así que, hablaremos de la subjetividad sumergida en el Paradigma de la Situación Irregular con bases específicas en lo ya sobrevenido; en tanto que, cuando nos refiramos a la subjetividad promovida por el Paradigma de la Protección Integral, estableceremos ejes conceptuales a los que se aspira a acceder.

        

LA SUBJETIVIDAD ATRAVESADA POR EL PARADIGMA

DE LA SITUACIÓN IRREGULAR

 

Considerar a un ser humano en estado de infancia/adolescencia como  objeto propiedad del adulto, cimienta las bases de una epistemología del sujeto dando paso a un modo acotado de vincularse con lo social, un registro determinado de libertad, un espacio social específico de desarrollo y una base jurídico-legal que enmarca su comportamiento, lo lee, lo articula o lo sanciona, según sea el caso.

 

Amparado en la ley de Patronato de Estado – como el contrato  que le  da cuerpo – este  Paradigma produce una escisión fundamental en la infancia, quedando por un lado “el niño” y por el otro “el menor”.(2) De esta manera, se construye un “imaginario menor” desde dónde algunas acciones les son propias e impensables para “el niño”.

 

Conocemos los polos del continuo movimiento pendular entre los que el Paradigma se mece, siendo bien un extremo lo social y el otro el sujeto, bien un extremo lo público y el otro lo privado, bien lo familiar y lo institucional.

 

De este modo, la vinculación y retroalimentación permanente de estas áreas entre sí, muestran que un concepto como el anteriormente señalado, no puede menos  que colorear los psicodinamismos de las familias que se encuentran bajo su reinado y – de este modo – a los sujetos signados por esa  constelación.     

 

Este Paradigma requiere de un sujeto pasivo, dispuesto al tutelaje, a la reeducación, a la inducción, a la “civilización” ya que se supone – conceptuado por otro, desde otro – que es naturaleza pura. Naturaleza que debe ser “encauzada” para su no desborde, para su “mejor aprovechamiento de los recursos”. Naturaleza “indómita”, que si hablase por sí misma, diría “otra palabra”. Entonces, el ser humano que se “adapta” a ese modelo – vértice ejemplificador – es un sujeto “potable”, “incorporado”, “útil”, “ejemplar”.

 

Como observamos aquí, toda una semántica al servicio de un modus vivendi esperable, deseable. En definitiva, al servicio de una Ética. Así acudimos a la observación de generaciones de niños – luego devenidos adultos - que  vieron sometida su subjetividad, su pensamiento, su fuerza creadora, el desarrollo de su mundo afectivo, a los avatares de un conglomerado de “rasgos esperables”. Porque el Paradigma de la Situación Irregular no es sólo un modo de explicar las causas de las perturbaciones en los comportamientos de las personas, sino también una manera de explicitar lo que se espera de la infancia en un determinado tiempo histórico, una significación imaginaria social. Definición negativa y positiva al mismo tiempo, este Paradigma encierra - por un lado -  los cánones de salud individual y social y por otro, el modo de “corregir” los desvíos.

 

Otra característica que la vigencia de este Paradigma establece en los ejes dinámicos de los seres humanos sujetos a él, es la implicancia que acarrea la fuerza demoledora de los sistemas sociales de beneficencia. Abrevando de las fuentes de la “acción caritativa”, sostiene las políticas sociales participando en el mantenimiento de las diferencias sociales que la engendran, dando cauce así a un prolífico número de instituciones “guardianas” de carácter paternalista, que convierten – a los niños/adolescentes que concurren a ellas – en subsidiarios del Estado, en objetos de la caridad, en receptáculos pasivos de la dádiva que la comunidad les  concede (3). 

Este mensaje, no dicho con estas palabras pero flotante en el aire que corre en el discurso, fomenta en los adultos que integran las familias que recurren a sus servicios el sentimiento de deuda permanente, la necesidad de complacencia por temor a la pérdida del espacio obtenido y la impotencia por no poder cubrir ese espacio de protección respecto de sus niños. Al mismo tiempo – vigente en los adultos, sutil en los niños – este mensaje atraviesa las membranas más  delgadas del sujeto y  frecuenta el espacio de la inseguridad con asiduidad.

 

De este modo, los niños que padecen instituciones que se encuentran en la órbita de este sistema, pugnan por sobrevivir entre la necesidad imperiosa de un plato de  comida – proveniente  de esa mano institucional que  al mismo tiempo que lo alimenta, lo  desnutre – y la puesta en juego constante de su condición humana. Abastece su cuerpo con un plato de comida, cuya familia no puede garantizarle, pero desnutre su integridad ya que – si la mano que lo alimenta lo obliga a pagar con su dignidad ese sustento – se convierte en la comida más cara a la que un humano puede acceder.

 

Uno de los aspectos que revisten mayor gravedad, es la intangibilidad de la crueldad impuesta a través de este Paradigma. Inaccesible al pensamiento concreto del niño, pero totalmente comprensible para su inteligencia simbólica, el doble mensaje que ofrece el Paradigma de la Situación Irregular conlleva a la destrucción sistemática de las defensas del ser humano ya que desalienta la búsqueda de recursos por los medios propios para revertir la situación, fomenta la pasividad en el encuentro con el otro, afecta directamente la elaboración de los procesos vitales implicando un aumento consecutivo de la agresividad en detrimento del reconocimiento de las estrategias de conciliación, respeto, solidaridad y ayuda mutua para enfrentar los acontecimientos del devenir histórico singular y social.

 

Porque este Paradigma guarda para sí, la terrorífica imagen de la exclusión. Imagen que se pone de manifiesto en el lenguaje y que deja su eco en las representaciones y afectos que constituyen al sujeto. De este modo, los seres humanos nacidos bajo el régimen del Paradigma de la Situación Irregular, crecen y se desarrollan de modo irregular.

 

Pero ¿Irregular respecto de qué? es la pregunta. Teniendo en cuenta que el ser humano es en relación a, frente de, junto con, en oposición a, debemos alertar la escucha en tanto y en cuanto los adjetivos calificativos dicen alguna cosa respecto de algo o alguien. Calificar como Irregular la situación de la niñez en general, o de los niños y niñas que pertenecen a determinados grupos socio-culturales, o de la infancia que debió recurrir al amparo del Estado por encontrarse atravesando situaciones límites – o ellos mismos o sus familias –, es establecer  un parámetro de regularidad oculto tras el acto nominativo.

 

Podemos pensar así, que “lo regular” –  en este caso – estaría signado por el que regula, el que nomina, el que pone el nombre: el adulto. Ahora bien la pregunta que inmediatamente se desgrana es: ¿Qué adulto?  Ese otro que pone el nombre de Situación Irregular, no es cualquier otro. Es un “otro” con poder. Otro que se considera con capacidad para ejercer la función de regulador, o de posicionarse en el lugar de regulador. Otro que se instituye en el lugar de la Ley.

 

Una de la imágenes que nos aporta este Paradigma es la referida a los espacios donde se desenvuelve la vida de la infancia minorizada. Espacio desvinculado del ámbito familiar, es la calle o el instituto el  paisaje del “menor”. Este ítem divorcia el campo de la infancia configurando así dos territorios donde las distancias se salvan desde la dinámica del juego. El resto de la geografía que acompaña el devenir  del niño y la niña se pinta con otro color muy distinto a la que acompaña al “menor”.(4)

 

Aquí es donde comienzan a delimitarse los verdaderos espacios de poder tanto a nivel individual como social.

 

Dijimos al comienzo que el niño aparece como naturaleza. Y no erramos. Porque es una de las cualidades que connota el Paradigma de la Situación Irregular. También sesgado a través de su vocablo representante – cual es “el menor” – se excluye de este modo y bajo su imperio a “la niña”. Acudimos de este modo a otro de los impactos que provoca esta constelación de significaciones, advirtiendo que, ningún modo del nominar humano es carente de sentido. Decir “menor” nos remite a dos instancias: a la de inferior y a la indiferenciación de géneros.

 

Sabemos respecto de las consecuencias que  estas dos imágenes aportan al afianzamiento de sensaciones de incapacidad e impotencia. Si dentro del imaginario social habita la idea que la infancia es el reino del “menor”, no sería extraño que esta encontrara un asiento en lo subjetivo infiltrándose  hasta pasar a formar parte de la estructura misma del sujeto. Palabra que recorre los senderos en un vaivén interior-exterior sin fin. Banda de Moebius que se inicia sin principio, que concluye donde no tiene fin.

 

Nos resta realizar un apartado con respecto a las derivaciones de este término “menor” referidas a la exclusión de la niña. Espacio de un cuerpo que no puede ser nominado y que se lo inscribe desde dos perspectivas: el cuerpo perteneciente al orden de lo natural y el no-lugar. Es cardinal tomar el punto referido a la niña  ya que del trato que se le brinda, se deriva el que recibirá ella cuando  acceda a la vida adulta. Bajo el nombre de mujer volverá a formar parte del mundo Irregular junto con el niño y la niña. Digo volverá, porque ilusoriamente podrá, en algunos casos, haber accedido a conquistas sociales. Estas conquistas serán las que le fomentarán la creencia del paso a ser sujetos plenos de derecho. Decimos creencia, ya que, al adquirir un lugar en el entramado social bajo el auspicio de la ley, pretenderá que la exclusión ha cesado. Lejos de eso, es cuando el mundo de lo cotidiano, el mundo doméstico, le devuelve la certeza de su retorno a las modalidades de la inferiorización.

 

Habiendo además luchado para escapar del lugar del no reconocimiento de su género, nombrada por la ley de todos, la ley de sus padres, como incluida-excluida dentro de las Leyes de “Minoridad y Familia”, ninguno de los dos términos da cuenta de “la niña”. Así es como esa niña, luego mujer, quedará entrampada dentro de esta pareja conceptual inclusión-exclusión a través de la no imbricación de lo público y lo privado sostenida por el sistema, hasta la fecha.

 

Hasta aquí entonces, unas someras consideraciones sobre el Paradigma de la Situación Irregular.

 

EL PARADIGMA DE LA PROTECCIÓN INTEGRAL

Y LA CONSTRUCCIÓN DE UN NUEVO SUJETO

 

Ahora iremos avanzando sobre las consideraciones básicas a las que se acceden, luego de la sanción de la Convención Internacional sobre los Derechos del Niño, la adhesión por parte de nuestro país y la irrupción de un nuevo Paradigma, su impronta sobre el funcionamiento institucional, sobre el espíritu de las leyes  que se desprenden de la misma, su aporte al imaginario social, y su sello en el ser humano en estado de infancia/adolescencia.

 

Convenimos en señalar que acceder al estatuto de sujeto pleno de derecho implica una conmoción en el entramado social que no pasa inadvertida para ninguno de los sectores que se encuentran en juego. El impacto en la sociedad que recibe en su seno, a través del bautismo que la ley realiza sobre un sector – antes excluido, a partir del momento de la sanción, incluido – pone sobre aviso a los actores sociales respecto del ingreso de una nueva fuerza que dinamiza y al mismo tiempo conflictua el estado de las cosas hasta ese momento. Conflicto que – a la vez que nos remite a choque – no anima a reflexionar a cerca de un discurso nuevo a escuchar.

 

Este acceso viene a subsanar una herida abierta por el Paradigma de la Situación Irregular. Herida que abrió el doloroso espacio entre “minoridad” y “niño” . De este modo, el Paradigma de la Protección Integral  restituye a la infancia  el carácter de categoría indivisa – incluyendo al niño y a la niña independientemente de su situación socio-económico-cultural – como sujetos plenos de derechos.  Es así que la infancia pasa a ser la instancia hacia la  que estos principios está dirigida.

 

Dejando en claro este punto fundamental que oficia de ecuador histórico, ingresamos a la observación acerca de cómo la “importancia del nombre” atraviesa el Paradigma de la Protección Integral y nos impulsa a descubrir qué es lo que tiene para decir.

 

Este segundo Paradigma habla de nociones fundamentales en relación con la infancia. Reconoce la necesidad de Protección que la misma merece debido a su estado de indefensión y vulnerabilidad respecto del mundo adulto y en especial a su característica básica de etapa donde la construcción es el movimiento más importante. Esta construcción a la que nos referimos tiene por lo menos dos aristas, a saber: la constitución del aparato psíquico y la construcción de subjetividad.

 

Así mismo nos remite al concepto de Integral como la calificación que se le adjudica a esa Protección, dando cuenta de los múltiples aspectos que conforman al niño. De este modo ninguno de ellos queda fuera de este nuevo Paradigma. Haber adherido la palabra Integral a este concepto  implica reconocer los aspectos tangibles e intangibles  que conforman lo característico de la humanidad.  

 

La palabra Integral aporta además otro sentido, y es el que nos remite a los Deberes que el contexto adquiere para con este nuevo sujeto pleno de derechos. Porque a partir de la sanción de la Convención Internacional de los Derechos del Niño, el universo social incorpora una nueva categoría de Deberes que crean un borde en donde todo lo que niega, desplaza o no responde a los principios surgidos de la Convención queda dentro del marco de la ilegalidad.

 

Es entonces que el rol del Estado y de las Instituciones se redimensiona asistiendo así a un nuevo compromiso con los sujetos nacidos bajo el sino de la Convención. En lo que respecta a la infancia en general, incorpora el Deber de velar por el sostenimiento de una sociedad justa donde el niño y la niña puedan desarrollarse en plenitud. Y este es un aspecto trascendental dentro del tema que estamos abordando. Porque – tal como lo referimos antes – lo público y lo privado son dos mundos colindantes y mutuamente influidos. Es en el estrato de lo público donde el sujeto puede actualizar sus potencias, poner en funcionamiento sus recursos y remitirse a él si desde lo privado recibe amenazas o no encuentra espacio para su crecimiento.

 

Dicho de  otro modo, el aspecto más importante que se desprende del concepto de Integral, es la rúbrica que otorga el Estado a los compromisos de: proteger lo principal para que un sujeto se desarrolle y garantizar el cumplimiento de los derechos de todas las partes que conforman lo social. Consideramos que las redes sociales – el entramado donde se inserta la familia como elemento parte de la estructura social – es  el núcleo que sirve como soporte para  que la  vida fluya y él es “interés superior del niño”  (5) el principio guía de todos los demás derechos.  

 

Porque tomar por separado el derecho a la educación, por ejemplo, nada nuevo aporta si no lo sustenta el derecho al alimento, al cuidado físico, a relaciones saludables. Y esto tiene una base ineluctable en el desarrollo armónico de las partes constitutivas de la sociedad. Dicho de otro modo, el Estado es quien garantiza que todos los  principios  vertidos en la Convención adquieran cuerpo en lo cotidiano y den cause a la elevación de la calidad de vida de las personas.

 

Caja de recursos inconmensurable, el ser humano  en estado de infancia – desde este nuevo lugar – accede al Deber de ser escuchado y su palabra tenida en cuenta. El proceso de puesta en funcionamiento de estos principios en el ámbito  de lo privado, requiere una fuerte marca desde lo público, ya que es a los representantes del cuerpo social a quines les corresponde articular este plano con el doméstico.

 

Inferimos así que, un sujeto cuya palabra adquiere peso en el discurso familiar, social e institucional, ingresa a la vida adulta con un bagaje importante  de herramientas para enfrentar el devenir que la vida misma le imponga. Palabra escuchada, deseo reconocido. Dupla clave en el desarrollo del niño y la niña que signará su estructura.

 

En lo que respecta a la niñez en riesgo, este Paradigma incorpora a todos los actores sociales para su amparo. Este nivel de lectura nos remite al abandono de la posición tutelar y a la toma de posicionamiento que requiere agotar todas las instancias posibles para que el niño y la niña nazcan, crezcan y se desarrollen contenidos dentro del ámbito de la familia. Este punto pretende reivindicar el valor del encuadre familiar como el medio óptimo para el sujeto. Medio que debe ser resignificado debido a las nuevas configuraciones que presenta, pero que, más allá de la forma, el objetivo que conlleva implícito en su estructura – al decir de Raquel Soifer  (6) – es  “la defensa de la VIDA”.

 

Sin confundir forma con contenido, el espacio familiar  nutre a ese nuevo ser que llega a su seno, a través del amor que le brinda. Amor que – bajo la lectura de este Paradigma – implica el reconocimiento a su derecho al cuerpo, el cuidado en su crecimiento, la escucha de su palabra, la entrega de herramientas por medio de la educación, la posibilidad de la toma de decisiones paulatinas de acuerdo a su etapa de desarrollo, el respeto por su creencias y valores, el paso al ámbito social del modo más armónico posible y la defensa de  sus derechos ante cualquier situación crítica que atraviese. Defensa que se plasma en el principio del “interés superior del niño”, cimentando el lugar de preponderancia que adquiere por encima de cualquier otro.

 

En este encuadre que brinda el Paradigma de la Protección Integral vemos  desarrollarse un sujeto cuyas características fundamentales serán la toma en sus manos de las riendas de su propia  vida, el conocimiento de sus posibilidades, el reconocimiento de su deseo, la defensa de su integridad y una clara conciencia de su dignidad como persona. 

 

RELACIONES SIMÉTRICAS – RELACIONES ASIMÉTRICAS

 

Ingresar al tema de las relaciones simétricas y asimétricas, nos obliga a atravesar el derrotero del deseo y el avance de la insignificancia. Se preguntarán por qué traemos estos temas a colación. Por una razón muy simple, porque toda esta cuestión de la simetría o la asimetría en los vínculos, pasa por el reconocimiento o no del deseo del otro; y porque la insignificancia se encuentra instalada en estos momentos más que nunca, sensación que hace que todas las actividades de los sujetos carezcan de sentido y se alejen del placer propio que les pertenece y así se llegue a una negación de la importancia del otro – como elemento valorado para la  realización del sí mismo – en  el  vínculo humano.

 

Este reconocimiento del otro, manifiesto en lo cotidiano a través del respeto, la consideración, el acercamiento al mismo como un sujeto y no como un objeto, es el referente de correspondencia al que nos remitiremos cuando invoquemos a la Simetría.

 

Del mismo modo, cuando hablamos de Simetría en las relaciones, nos referimos a la situación de equidad respecto de la condición humana que debe subyacer como cimiento en todo vínculo. Así la construcción que deviene de este principio, lejos de marcar inferiorización de algunas de las partes, apunta a recortar el espacio singular, otorgándole el mismo carácter valorativo  a cada uno de los sujetos que la componen. (7)

 

Asimetría, de este modo, se refiere a la ruptura básica de esa equidad, situando a una de las partes por encima de la otra, abrigando uno de los rasgos de la dominación. Vemos que, en las Relaciones caracterizadas por la Asimetría, se produce un desplazamiento del mundo interno de uno de los integrantes en pos del mundo interno del otro, dejando sin voz al sujeto relegado, transformando así el diálogo en eco vacuo.

 

De la mano de la Victimología, muchos de estos conceptos salieron a la luz, mostrando lo que el ámbito doméstico se esmeró en disimular. Porque uno de los puntos esenciales en el tema de las Relaciones Asimétricas, es la vergüenza que despierta en los actores de las mismas. Vergüenza que oculta temor, temor que responde a una violencia básica, violencia que habla del ataque a la dignidad humana y que acerca a quien la ejerce a la animalidad más cruda y a quien la padece a la crueldad de la pasividad.   

 

Es la escucha del  deseo del otro, vehiculizado a través de la palabra, la causa primera y el fin último de los vínculos humanos. Dialéctica que remite a diálogo, que no es otra cosa que “cuestión de dos”.

 

Este deseo nos lleva al reconocimiento de las fuerzas que lo sostienen. La vida y la muerte, representadas en el deseo, merecen un espacio donde ser puestas en juego. A través del diálogo es que se construye el escenario donde se produce la intrincación de estas fuerzas que a manera de trama y urdimbre adquieren sustancia en las relaciones humanas. Cuando la posibilidad del diálogo se quiebra, aparece el (no) espacio de lo sin palabras, de lo no dicho, de lo imposible. La violencia se torna así en el único código viable. 

 

Es importante poder advertir entonces que  la Asimetría no es una cualidad que se encuentra solamente dentro de los vínculos humanos domésticos si no un eje que recorre  todo el cuerpo social en tanto discurso.

 

Volviendo a la relación entre lo público y lo privado que señalamos en párrafos anteriores, advertimos que la simetría o la asimetría en las relaciones, son parámetros que pueden ser analizados tanto en lo singular como en lo social.

 

Acudimos así a una visión de la actualidad que muestra de la manera más cruenta el imperio de la Asimetría en las relaciones vigentes entre el sujeto y el medio.

 

Afirmado el sistema en la  valoración desmedida de las satisfacciones inmediatas, en la acumulación de objetos materiales para un “mejoramiento” del estatus socio-económico, en la importancia otorgada a lo efímero, en el imperio de la idea de supervivencia a cualquier precio, es el sujeto quien paga su lugar de inclusión a costa de su des-subjetivación.

        

Sistema que ilusiona sostenerlo, lejos de eso, establece un espacio permanente de abismo que lo obliga a caminar en la desigualdad más absoluta.

 

Es por eso que, el ingreso de un nuevo actor (la infancia de la mano de la Convención) al entramado social, reviste características de sismo. Este concepto conlleva un aspecto de de-construcción y reconstrucción de los bordes en los  que se encuentran enmarcados los sujetos parte de la red social (8) y que los obliga a repensar su posición dentro de la misma. 

 

Admitir que el niño y la niña son sujetos plenos de derechos habla acerca de esa Simetría anhelada. Equidad desde lo vincular, Igualdad desde lo jurídico, el concepto de Simetría aplicado al ingreso de los principios que se desprenden de la Convención Internacional de los Derechos del Niño, sirve como asiento para el afianzamiento de la Igualdad como punto de partida de los vínculos y para la  construcción de una subjetividad donde el otro, deja de ser “un individuo” – estigmatizado por la inferiorización –  para pasar a ser un semejante.

 

 
¿REPRESENTARSE O HACERSE PRESENTES?

 

“De Nosotros Depende”

Asamblea Popular Concepción

 

Hemos hablado de los Paradigmas, de las Relaciones Simétricas y Asimétricas, de una Ética, de la importancia del nombre, de significaciones, de posicionamientos, de poder, de legalidad, ilegalidad, de red.

 

Como una carpeta tejida al crochet, fuimos – utilizando el punto cadena – engarzando estos conceptos con un solo fin: llegar a este apartado e ingresar, a modo de pregunta, la reflexión sobre nuestro presente imperfecto.

 

Porque si todo lo analizado hasta el momento, no sirve para pensar nuestro presente, se transforma entonces en autosatisfacción infértil, en onanismo mental que nos coloca en un estado de pasividad respecto de la realidad con la que nos confrontamos a diario. Entonces, estas Jornadas, habrán sido un espacio ornamentado para el lucimiento narcisista y nada más que eso.

 

Lejos de aspirar a ocupar ese lugar, pretendemos elevar a la categoría de reflexión (9)  este ámbito sostenido con tanto esfuerzo desde hace ocho años y bautizarlo con un nombre que diga acerca de lo que consideramos importante: el sujeto.  

 

Es por eso que, intentaremos seguir el curso a través del cual nos guían estos conceptos comenzando por preguntarnos acerca de nuestra función, cómo la estamos desarrollando, cómo nos atraviesan los Paradigmas, de qué manera nos posicionamos frente a quienes va dirigido nuestro trabajo (niño, niña, familia, otras instituciones), con qué recursos contamos en  nuestro diario accionar, qué valor tienen las representaciones en este encuadre y de qué modo nos hacemos presentes en lo cotidiano inter-subjetivo y social.

 

Sabemos que la función dentro de cualquier marco institucional que pretenda dar cabida a la infancia que se encuentra atravesada por la situación de carencia de recursos – tanto materiales como emocionales – implica un compromiso que requiere la puesta de todo el acervo personal disponible con que se cuente.

 

Este hecho nos lleva a hacer conciente que cada acción  que realicemos, cada omisión que pongamos en juego, afecta al sujeto que conforma parte de un todo social, deja una huella en la cadena de significaciones que lo constituye e imprime un modo de vinculación que corre el riesgo cierto de reeditarse luego fuera de las cuatro paredes de la institución.

 

Habida cuenta de la importancia señalada con anterioridad con respecto a los Paradigmas, sabernos nosotros mismos recorridos por ellos nos conduce a poner manos a la obra para revisar más que concienzudamente, desde cuál de ellos nos encontramos posicionados.

 

Esta observación hace que los cimientos que creíamos sólidos, se conmuevan. Que si descubrimos en nuestra interioridad la vigencia del Paradigma de la Situación Irregular decidamos replantearnos o no seguir en él, es una decisión personal que atañe a cada uno. Que si adherimos al Paradigma de la Protección Integral y descubrimos cuánto nos cuesta sostenerlo, queda en nuestras manos buscar los modos de volverlo tangible. Lo que importa, más allá de todo, es que – a partir de esta Jornada – se instauren las preguntas para dejar de ejercer nuestra función desde el desconocimiento.

 

Así como la palabra no es inocente, las acciones tampoco. Ambas remiten directamente a un conglomerado de ideas que nos sostienen y desde las cuales damos respuestas a nuestros interrogantes, nos vinculamos con los demás y leemos los hechos sociales. 

 

Esta posición tomada, desde la ignorancia o desde el conocimiento, hace que pongamos en juego recursos – limitados o ilimitados – según sea el caso. Porque dar cuenta de nosotros mismos y de nuestra función dentro de las instituciones desde el desconocimiento, limita el caudal de elementos para acercarnos a la realidad. Este hecho está basado en la disminución de la energía  psíquica disponible para la imaginación en detrimento de la puesta para la repetición de esquemas de trabajo. Desconocer hace que nos aferremos a lo seguro, y lo seguro es – para quien ignora – lo que siempre ha sido de ese modo.

 

De manera que, posicionarnos desde el conocimiento (que para nosotros es lo mismo que decir desde la  valentía de la reflexión ya que sabemos de lo no-acabable del proceso de conocer) abre las compuertas de la imaginación ubicándonos a diario frente a una mesa llena de manjares, que son las herramientas nacidas de la creatividad. 

 

El siguiente cuestionamiento, doble pregunta, nos invita a ingresar en el mundo de las representaciones y del hacerse presentes. Representaciones, en tanto y en cuanto, el imaginario construido lo es desde las representaciones que atesoramos. Imaginario social que se expresa en lo singular por medio de representaciones que sirven como caminos para transitar, y que al mismo tiempo, de la mano de la reflexión nos atrevemos a cuestionar. Hacerse presentes a través de la fuerza modificadora de la acción comprometida, sustentada en un encuadre que nos ubica como “individuos sociales”. En el apartado que señalamos respecto de la reflexión, las significaciones y lo subjetivo, muestran un ida y vuelta permanente. Dinámica del construir  - deconstruir histórico, lo social y lo singular establecen un movimiento en donde ambos se influyen e interactúan.

 

Ahora bien, esta situación crítica que atraviesa el país, nos empuja más que nunca a replantearnos el hacerse presente en lo cotidiano. Comprender que somos parte integrante de la red social, que nuestra palabra es modificadora de la realidad, que somos escultores del futuro por venir, nos compromete a revisar los pasos a seguir.

 

Si como sujetos históricos estamos signados por las luchas y las crisis que acompañan el devenir de nuestro país, más aun lo estamos como parte activa de la historia de una institución y como integrantes de una comunidad.

 

Podríamos pensar que el valor de las instituciones en estos momentos, reviste carácter de refugio. Los espacios donde trabajamos se hacen eco de demandas cada vez más acuciantes, demandas que rebasan los objetivos para los cuales fueron creadas. Y nosotros, los rostros, las manos, los corazones, los brazos de estas instituciones, somos los que debemos responder. La pregunta es ¿desde dónde? Sí. Porque lo primero que hay que preguntarse es desde qué lugar se dará respuesta a esas demandas, ya que – sabiendo eso – develaremos los instrumentos que requeriremos para satisfacerlas y también pondremos sobre el tapete qué epistemología del sujeto sostenemos como institución. Porque acercarnos a la infancia como un campo dividido – como lo sostiene el Paradigma de la Situación Irregular – o como una categoría unificada en el cuerpo del niño – tal como lo instituye el Paradigma de la Protección Integral – significa nuestro accionar cotidiano imprimiéndole una ideología desde la cual tomaremos los elementos acordes para vincularnos con ella.

 

De acuerdo al concepto de sujeto que sostengamos, así será nuestra acción. Animarnos a pensar que las personas con las que trabajamos son seres humanos sumergidos en la crisis, y que este concepto de crisis es como una mancha de aceite que se agranda  cada vez más e invade otros campos anteriormente bien delimitados por las variables socio-económicas, nos permitirá arrojar luz acerca de los orígenes, las causas y las consecuencias de estos tiempos de dolor.

 

Cuando analizamos los objetivos institucionales, la creciente demanda de la población respecto de nuestro trabajo y las presiones externas para seguir sosteniendo el funcionamiento de nuestra institución, advertimos que ya no nos encontramos en la posición acética del observador no participante. Cada mañana, al ingresar a nuestro trabajo, cargamos con nosotros, las tensiones que esta situación catastrófica imprime en todos los habitantes de la república. Desde ese lugar, con los ojos plenos de imágenes angustiantes, nos ponemos en contacto con los requerimientos de nuestro trabajo y de la institución a la que pertenecemos. Las mismas preguntas que nos realizamos nosotros, se la realizan millones de personas a diario, y dentro de esos, los padres de los niños que acuden a nuestra institución, los niños que escuchan a sus padres preguntarse y a su vez, se repreguntan, los directivos de nuestras instituciones, los intendentes de los pueblos, los integrantes de las organizaciones no gubernamentales que colaboran con nosotros, el panadero que nos provee del pan cada mañana, y así. Podríamos decir que, nuestro lugar de trabajo se transforma en un gran signo de interrogación.

 

Podemos tomar este espacio ya construido, como un lugar donde sigan vigentes antiguas significaciones: “Nuestra función es dar de comer a los niños y recibirlos en este lugar para cuidarlos mientras las madres y los padres trabajan”; o podemos resignificarlo pensándolo desde la nueva configuración social que se está gestando y, por consiguiente, desde el nuevo sujeto que está emergiendo: “Nuestra institución es un refugio donde entre todos intentamos afrontar la crisis transformándonos en un centro creativo de alternativas”

 

Muchos dirán, “pero a los chicos hay que darles de comer...” A lo que respondemos: “Ni lo duden...así es”. Lo que también queremos decir es que, además del alimento, hay otro alimento que debe ser distribuido y, entre ambos, aportar a lo que implica el objetivo de la defensa de la vida. Objetivo que señalamos propio de la familia pero que ahora ampliamos para todas las instituciones como representantes simbólicos de esa familia a nivel social.

 

Para todas estas consideraciones planteadas, hay que dar un paso que consideramos fundamental. Este paso tiene que ver con comprender que las representaciones son útiles en el orden de los psicodinamismos del sujeto, pero que a nivel social, las mismas nos deber servir para encontrar los caminos que nos ayuden  a ocupar un lugar en el cuerpo social. ¿A qué nos referimos con esto? Las instituciones a las que el sujeto ha delegado un valor representativo se encuentran – como dijimos antes – tan atravesadas por la crisis como la familia y como las personas. Estas, se encuentran en un estado de lucha contra el  vacío de sentido que merecen una revisión profunda.

 

Dejar de lado el contexto para trabajar, con las anteojeras puestas, recortando la realidad del niño y la niña que asisten a nuestras instituciones, es una actitud, por lo menos, suicida.

 

Esto implicaría recortar también nuestra  realidad, olvidándonos de que, el tiempo histórico corre para todos y que la situación social habla en todos los sectores.

 

Hacerse presentes, es algo que empieza por “poner el cuerpo” y continúa más allá. Hacerse presentes es advertirnos semejantes.  Sólo desde el reconocimiento de equidad / paridad con el otro, podremos dar respuesta a las crecientes y dispares demandas que recibimos a diario.

 

Habíamos incorporado el concepto de refugio. Vimos en esta idea, la imagen metafórica más elocuente para poder ser utilizada en estos momentos como definición que sirva de sinónimo para señalar los objetivos de nuestras instituciones. En los refugios se deposita la mirada en la supervivencia como objetivo fundamental y se transforma en un espacio que recrea todas las actividades cotidianas que antes se materializaban en los ámbitos doméstico y social.

 

La idea de refugio nos remite inmediatamente a la idea de guerra. Es en las situaciones de guerra donde se construyen los refugios para seguir adelante con la vida mientras las acciones bélicas se desarrollan en todo el territorio. Es un intento de abrazar la vida mientras la muerte se desparrama por todos lados. En el refugio se alimenta, se educa, se cura, se ama, se crea, se dialoga, se piensa en la reconstrucción, se trabaja para la reconstrucción. En definitiva, se trata de mantener viva la llama de la esperanza.

 

Quizás sea este el nuevo lugar de nuestras instituciones. Recordamos que – como las personas que se encuentran inmersas en una situación de guerra – no  somos ajenos ni a las luchas ni a la función de reconstrucción. Somos parte activa de ambas. Porque esta guerra sin la imagen catastrófica de la guerra, no deja de serlo porque no llegue a nuestros pueblos el olor a sangre derramada. Muchos de nosotros pertenecemos a comunidades donde las imágenes de los muertos y  de los reprimidos por luchar por la primacía de la dignidad son sólo eso, imágenes. Imágenes televisadas que nos crean una ilusión de irrealidad o de lejanía que nos permite seguir durmiendo tranquilos porque no se llevaron a ninguno de los nuestros. Aun.

 

Este fenómeno mediático acrecienta el estado de conformismo y des-pasión que se yergue desde la historia y que ha llevado a generaciones, a pensar: “por algo será”, “algo habrán hecho”, “a nosotros no nos  va a pasar”. Sin embargo, una sensación de dolor crece día a día cuando observamos que esa guerra que otros luchan con su cuerpo, golpea a la puerta de nuestras instituciones de la mano de más niños que requieren cuidados y alimentos, o de la mano del aumento de la desnutrición en los propios niños que concurren a nuestra casa, o a través de la imagen de ese padre o esa madre que pide trabajo instándonos a jurarle que “si sabe algo avíseme ¿si?”.

 

Entonces, si nos reconocemos parte de la red social, si nos sabemos protagonistas en esta tragedia, si advertimos el papel modificador que tenemos como sujetos en la historia, comprenderemos que es irrenunciable el Deber de hacernos presentes.

 

 

DE NOSOTROS DEPENDE

 

Citas

 

1 EL 29 setiembre de 1919 se sanciona la ley nacional 10.903 de "Patronato del Estado",cuya autoría intelectual fue del Dr. Luis Agote y que representa la primera ley específica en materia de Minoridad en el país.  Su influencia ideológica se extiende hasta nuestros días y es el fiel exponente de la llamada “Doctrina de la Situación Irregular”. Se pretendía, a través de esta ley, otorgar mayores facultades de control al Estado, tanto en los casos de "abandono", "peligro material o moral", como en el caso de comisión de un delito. En los casos de cese, pérdida y suspensión de la misma, los menores quedarán bajo el Patronato del Estado Nacional o Provincial, el que se ejercerá por medio de jueces nacionales o provinciales, con la concurrencia del Ministerio Público de Menores, atendiendo a "la salud, seguridad, educación moral e intelectual del menor, proveyendo a su tutela ..." (arts. 3 y 4). Al determinarse que los padres también tenían "obligaciones", se facilitaba la posibilidad de intervención del Estado, pues de ahí en más, cuando se considerase que no se cumplían las obligaciones, el Estado podía intervenir sacando al menor del poder de sus padres; se da lugar a la tutela del Estado y a la internación de los menores, aún contra la voluntad de los padres. El Estado priva del ejercicio de la patria potestad a los padres, avanza sobre el ámbito privado de lo familiar puesto que la pérdida o suspensión de la patria potestad no se dictamina a través de un juicio entre los padres y, en este caso el Estado; sino que el juez las determina si considera que el niño está en situación de abandono o de peligro material o moral. La consideración que el juez pueda realizar de cada caso es arbitraria, cada juez puede definir personalmente lo que entiende por "abandono" o por "peligro material o moral" en base a criterios diferentes de "moralidad".

2 “Los niños no nacen menores. Se los hace menores. Y cada momento de la historia social argentina tuvo un peculiar modo de minorizar a los niños. Este proceso presupone implícitos desde los cuales binariamente se razona. Los adultos que interpelan a un niño como menor son aquellos padres de niños o niñas, que pertenecen a las múltiples infancias de las sobremesas hogareñas y sus narrativas y de los álbumes y videos de la filiación familiar. Las infancias del living no son las infancias de la calle, pero desde las primeras los adultos piensan las segundas.

Todas las palabras son portadoras de una atmósfera o sensación especial. En el caso de la minoridad, dicha palabra está enfatizada; ser interpelado como menor implica llevar esa atmósfera de privación, de déficit, de desamparo, de incapacidad. La palabra “menor” autoriza muchas acciones que la palabra “niño” jamás evocaría ni consentiría. Hay un “imaginario menor” que se instala en aquellos a quienes se les da esta nominación. Esto remite a un paradigma de gran complejidad. La literatura canónica de la minoridad no ha dado cuenta de la complejidad de los fenómenos articulados en el campo y ha tendido a simplificarlo, homogeneizando los discursos y las instituciones. Hoy, el campo de la minoridad tiene chicos provenientes de diferentes y solapados fenómenos de abandono familiar, desafiliación social y protección filantrópica. La minoridad fue estudiada con meticulosa prolijidad pero nunca fue problematizada”. En COSTA, M. y CIRIGLIANO, R. “Las Infancias de la Minoridad”. En DUSCHATZKY, S. Comp. “Tutelados y Asistidos”.

3 Según Costa, “las marcas de la minoridad acompañan al niño minorizado. No se constituye ciudadano sino sujeto del Estado, y si bien le competen las mismas reglas legales y sociales, su posición es siempre de dependencia, pues es cliente de la beneficencia protectora”. (Subrayado nuestro). En COSTA, M. y CIRIGLIANO, R. “Las Infancias de la Minoridad”. En DUSCHATZKY, S. Comp. “Tutelados y Asistidos”. Ed. Paidos. Bs. As. 2000.

4 “El espacio de circulación de la infancia es una marca clave sobre la subjetividad del menor en contraste con la del niño. La denominación “chicos de la calle” es un buen ejemplo.

Si el hogar filia entre generaciones y anuda pactos entre ellas, la calle como territorio del niño abandonado antes de su ingreso al sistema de la minoridad desafilia entre generaciones y re(a)filia entre pares próximos generacionalmente. Estos recorridos espaciales despliegan los campos de la niñez y de la minoridad tornándolos extraños entre sí, con la única excepción ocasional dada por el lenguaje universal del juego.

Hay un mundo de los niños que transita por dentro de las familias, el mundo privado, cuyas fronteras externas son ocupadas por espacios públicos, donde pueden circular apropiándoselos de la mano del adulto que les enseña los códigos y con ellos mediatizan el vínculo.

Para los menores, el mundo a explorar es la calle o el instituto; es un ámbito homogéneo, caracterizado por relaciones establecidas en el ámbito legal que controla sus acciones. Esta falta de espacio privado genera la ausencia de una vida compartida con otros en la continuidad familiar.

El menor es por definición social, un ser desvinculado de sus lazos familiares primarios. Necesita de la fuerza del Consejo, es decir, del Estado, para revincularse. La definición “chicos de la calle” expresa crudamente esta desvinculación que hace el estado en su definición. El niño aparece aquí como autor de su desvinculación. Es un chico de la calle.” En COSTA, M. y CIRIGLIANO, R. “Las Infancias de la Minoridad”. En DUSCHATZKY, S. Comp. “Tutelados y Asistidos”.

5 CELLERO BRUÑOL, M. “El         interés superior del niño en el marco de la Convención Internacional de los Derechos del Niño”

6 SOIFER, R. - ¿Para qué la familia? – Ed. Kapeluz, 1979

7 No nos olvidamos de la asimentría necesaria, constitutiva y fundamental en la relación madre –infans; asimetría irrenunciable para que el  cachorro humano sobreviva  y acceda a la constitución del aparato psíquico e inicie el proceso de subjetivación. Hablamos aquí de Relaciones de Simetría refiriéndonos a la cualidad ineluctable de semejantes que debe abrirse paso para permitir el ingreso del otro como ser humano con igual jerarquía dentro del pacto social.

8 “Entendemos esta red como una estructura dinámica de significaciones que dota de sentido a las acciones de los sujetos individuales – como parte de sujetos colectivos – comprometiendo pensamientos, representaciones, sentimientos y acciones” VERA, R. Cuadernos de Formación Docente. Orientaciones Básicas de los Talleres de Educadores – Ed. UNR (Dirección de Publicaciones), 1988

9 “La reflexión aparece cuando el pensamiento se vuelve sobre sí mismo y se interroga no sólo sobre sus contenidos particulares, sino sobre sus presupuestos y fundamentos. ... La verdadera reflexión es en consecuencia ipso facto un cuestionamiento de la institución dada de la sociedad, un cuestionamiento de las representaciones socialmente instituidas...    La aparición de la reflexión no puede producirse, en consecuencia, si no es con una conmoción y un cambio fundamental de todo el campo social-histórico, puesto  que implica esta emergencia simultánea y recíprocamente condicionada de una sociedad donde ya no hay una verdad sagrada (revelada)  y donde se ha  vuelto psíquicamente posible para los individuos cuestionar tanto el fundamento del orden social (aunque puedan, llegado el caso volver a aprobarlo) cuanto el de su propio pensamiento, es decir, su propia identidad. La reflexión... implica  el trabajo de la imaginación radical del sujeto.... Hace falta además que el sujeto pueda desprenderse de la certidumbre de la conciencia. Esto implica la capacidad de poner en suspenso los axiomas últimos, los criterios y las reglas que fundan el pensamiento como actividad simplemente conciente, con el supuesto de que otros (axiomas, criterios y reglas) todavía no seguros, acaso aun desconocidos, podrían reemplazarlos.... La reflexión es, por lo tanto, definible como el esfuerzo de romper la clausura en la que en cada caso estamos necesariamente cautivos como sujetos, provenga esta clausura de nuestra historia personal o de la institución social-histórica que nos ha formado, a saber, humanizado. Es este esfuerzo, la imaginación desempeña, como espero haber demostrado, un papel central, puesto que el cuestionamiento de las “verdades establecidas” no es ni puede ser nunca un cuestionamiento en el vacío, sino que va siempre de la manos de la posición de novedosas formas /figuras de lo pensable creadas por la imaginación radical y sujetas al control de la reflexión, todo ello bajo la égida de un nuevo “objeto” de investidura psíquica, objeto-no objeto, objeto invisible, la verdad. Verdad, no como adecuación del pensamiento a la cosa, sino como el movimiento mismo que propende a abrir brechas en la clausura donde el pensamiento tiende siempre a encerrarse de nuevo.” CASTORIADIS, C. El inconciente y la ciencia.- Ed. Biblioteca Nueva, 1989. 

 




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